Efectos en la salud

Principales efectos

El principal efecto establecido de la exposición al radón es el cáncer de pulmón. Según la Organización Mundial de la Salud, el radón es la segunda causa de cáncer de pulmón después del tabaco. Se sabe que en fumadores el riesgo de contraer cáncer de pulmón por exposición al radón es diez veces superior que en un no fumador. Existe mucha evidencia científica al respecto y con grandes estudios realizados en todo el mundo. Se sabe que por cada 100 Bq/m³  de aumento en la exposición a radón, se incrementa en un 16% el riesgo de contraer cáncer de pulmón. Se desconoce el umbral por debajo del cual la exposición no suponga un riesgo, y por otro lado está demostrado que la mayoría de los casos de cáncer de pulmón están provocados por concentraciones bajas o moderadas, y no por concentraciones elevadas. Entre el 3% y el 14% de todos los cánceres de pulmón se deben al radón. Según esos datos, entre 1500 y 2000 personas mueren al año en España por cáncer de pulmón provocado por exposición al radón. Existen otros riesgos, aunque no están suficientemente establecidos. Por ejemplo, si una persona bebe agua que contiene radón, al disolverse en el estómago se verá expuesta, pero además el gas se distribuirá por la sangre a todos los órganos. Se han realizado más de 20 estudios en diferentes países que han encontrado asociación entre la exposición al radón y la leucemia, incluida la linfocítica crónica. No obstante es pronto para establecer que el radón sea la causa directa de la enfermedad. Otros estudios realizados en Noruega han mostrado una asociación entre la esclerosis múltiple y la exposición al radón.

Mecanismos de absorción

Se considera que existen dos formas de absorción de radón: la inhalación y la ingestión. Respecto a la ingestión, se produce por el consumo de aguas con altos contenidos del gas disuelto. Cuando es ingerido se considera que todo el organismo está expuesto, ya que al ser un gas inerte pasa desde el estómago, que sería el órgano más perjudicado, al torrente sanguíneo y este lo distribuye a todos los tejidos. Desde los años sesenta se han realizado estudios en poblaciones expuestas, y finalmente se ha determinado que el mayor riesgo del radón es la inhalación. Conviene aclarar que cuando inhalamos radón, este no se mezcla ni se deposita en nuestros tejidos. Los que realmente provocan el daño son los descendientes de vida corta que se producen en la desintegración del radón: el polonio 218, el polonio 214, el plomo 214 y el bismuto 214. Estos elementos se fijan en los tejidos y se desintegran, emitiendo partículas alfa o beta que dañan el ADN de las células. Estos descendientes además se depositan en el polvo y los aerosoles que respiramos.

Evidencias científicas

En la actualidad todos tenemos claro que la radiactividad es peligrosa, pero esto no ha sido siempre así. En el siglo XVI se sabía  que los mineros de las minas de Europa Central tenían mayor mortalidad por enfermedades pulmonares. En esa época no se conocía el cáncer. Por otra parte los científicos de finales del siglo XIX y principios del XX no consideraban las radiaciones naturales como un riesgo. Marie Curie descubrió el radio, padre del radón, en 1898. Eran los comienzos del conocimiento del átomo y de la radiactividad. Esta nueva característica se comenzó a usar para tratar algunos tumores, con buenos resultados. Se  pensó que la radiactividad, y el radio más concretamente, servía para curar todas las enfermedades. Así, se vendían todo tipo de artilugios con radio, equipos para tratar el agua con radio, cremas que contenían radio y hasta pañales y sales de baño. Poco después se comenzó a sospechar de su peligrosidad. Recordemos que Marie Curie murió de cáncer como consecuencia del tiempo que había dedicado a estar en contacto con materiales radiactivos sin las adecuadas protecciones. Sobre el radón existen múltiples estudios y de mucha calidad.  Tanto la OMS como los diferentes organismos de salud de la mayor parte de países del mundo llevan años trabajando en el estudio de los efectos del radón en la salud. En 1950 se confirmó la relación causal entre el cáncer de pulmón y la exposición al radón, pero no fue hasta 1988, 38 años después, que el IARC, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, clasificó el radón como carcinógeno humano del grupo 1. Desde entonces existen muchos estudios e información, de los que podemos citar algunos:

Organización Mundial de la Salud:

Manual de la OMS sobre el radón en interiores: una perspectiva de salud pública

Agencia internacional para la investigación contra el cáncer (IARC):

Monográfico sobre el riesgo carcinógeno en humanos Volumen 43 (1988). Man-made mineral fibres and radon.

Comité sobre los Efectos biológicos de la Radiación Ionizante del Consejo Nacional de Investigación de los EE.UU (BEIR):

Health risks of radon and other internally deposited Alpha-emitters (1988) Health effects of exposure to indoor radon (1999)

British Medical Journal

El radón en los hogares y el riesgo de cáncer de pulmón. Darby S et al. (2005).

Scandinavian journal work environmental health

Radón residencial y el cáncer de pulmón – resultados detallados de un análisis conjunto de los datos individuales sobre 7148 personas con cáncer de pulmón y 14,208 personas sin cáncer de pulmón de 13 estudios epidemiológicos en Europa. Darby S et al. (2006).

Se podrían evitar 1.500 muertes anuales.

Entre el 3% y el 14% de los casos de cáncer de pulmón están asociados al radón, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si tomamos un término medio de esta horquilla y lo combinamos con los datos de mortalidad de 2012, últimos que ofrece el Observatorio Europeo del Cáncer, que indican que ese año fallecieron en España 21.118 personas por cáncer de pulmón, esto supondría que unas 1.500 personas de media murieron en España en 2012 por cáncer de pulmón debido a su exposición al radón.

Si se hubieran tomados las medidas que recoge la Recomendación de la comisión 90/143/EURATOM, de 21 de febrero de 1990, se podrían haber evitado muchas de estas muertes.