El radón en las viviendas y los lugares de trabajo

Cómo se introduce en casa

Normalmente en el aire existe siempre una cierta cantidad de radón que se desprende del suelo y las rocas. Dicho radón se infiltra en las viviendas a través de las pequeñas fisuras y juntas que existen en cualquier construcción, e incluso a través de los poros del hormigón. Las juntas de las tuberías de desagües y otras acometidas suelen ser también puntos débiles en las construcciones, y por ellas el radón encuentra el camino para introducirse en las casas.

El radón tiene una alta movilidad y sensibilidad a los cambios en la presión. Con tan solo una diferencia de presión de 5 KPa (kilo pascal) o, lo que es lo mismo, 50 milibares, es capaz de desplazarse un centenar de metros. Las casas ejercen una gran atracción para el radón, ya que actúan como si fueran chimeneas en el terreno donde su ubican.

Las nuevas formas de construcción que se han implantado en los últimos años, en las que no existe la ventilación natural o bien es muy reducida con el propósito de reducir el consumo energético, han agravado el problema, ya que aumentan las concentraciones de radón en el interior de las viviendas. Así mismo los hábitos de ventilación han cambiado, y hoy en día se ventilan mucho menos las viviendas.

Otra de las fuentes a tener en cuenta son los materiales de construcción. En general emiten bastante poco radón, pero dependiendo de los materiales empleados puede ser necesario analizarlos para verificar si son una fuente de riesgo. En algunos casos, en terrenos de bajo contenido en radio, los materiales de construcción suponen la principal fuente de radón en una vivienda. Esto entraña problemas añadidos ya que para su mitigación se deben emplear técnicas muy diferentes a las que se pueden usar cuando la fuente es el subsuelo. Lo ideal es no utilizar materiales que puedan suponer una fuente de radón.

Cuando se emplean aguas subterráneas para el abastecimiento público, estas pueden ser fuente de radón. Cuando se produce el contacto del agua con el aire, por ejemplo en una ducha, el radón contenido en el agua pasa al aire, aumentando la concentración de radón en la atmósfera de la estancia. Esta es otra posible fuente de radón en espacios cerrados.

El radón en los puestos de trabajo

En general cualquier actividad desarrollada en un recinto cerrado puede estar expuesta a radón en función de los niveles de la zona donde se ubique. Existen una serie de actividades donde la legislación establece que se deben realizar controles de la exposición de los trabajadores. El nivel establecido para los lugares de trabajo con elevada permanencia de miembros del público es de 300 Bq/m³. Dentro de este grupo se incluyen centros como hospitales, centros penitenciarios, escuelas de infantil, primaria y secundaria, etc. En general, cualquier lugar donde pueda haber público, es decir, personas que no estén desarrollando allí su actividad profesional propiamente dicha y que puedan permanecer un número de horas superior al de permanencia de los trabajadores.

Existen centros de trabajo con una especial predisposición a la exposición al radón, como son parkings subterráneos, cuevas y galerías subterráneas, spas y balnearios, lugares donde se traten o almacenen aguas subterráneas, y una serie de industrias como la producción de cemento, gas o petróleo, producción de estaño, cobre, hierro, y la minería. En estos lugares el control deberá ser mayor.

El radón y el clima

Las variaciones climáticas tienen una gran influencia en los niveles de radón. Como norma general la estación del año es una variable importante. Se produce mucho más radón en los periodos de otoño e invierno y mucho menos en primavera y verano, donde los niveles de radón pueden llegar a ser mínimos. Tanto es así que en estas épocas del año no es aconsejable realizar mediciones, ya que el valor obtenido no será representativo.

La presión atmosférica también influye significativamente: las bajas presiones favorecen la exhalación de radón, mientras que las altas la dificultan. De igual manera, la humedad del terreno puede hacer disminuir o aumentar la permeabilidad del mismo y dificultar o favorecer la salida del radón a la atmósfera.

La temperatura es otra variable que influye en la cantidad de radón que puede salir en un momento dado. En un día de temperaturas bajo cero, el terreno se suele compactar y habrá menor exhalación de radón pero, curiosamente, mayor en la zona donde esté situada la edificación, al ser el único punto con facilidad para salir y aumentado por el efecto chimenea que produce la casa sobre el terreno. Todos estos parámetros se deben tener en cuenta a la hora de evaluar los niveles de radón en una vivienda.